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Obama inicia su maratón presionado por las expectativas

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Todo está preparado para que Barack Obama jure hoy como presidente de Estados Unidos poniendo su mano sobre la misma Biblia que empleó Abraham Lincoln en 1861 y que, desde entonces, nadie había vuelto a utilizar.

El juramento del demócrata, cuyo rostro está en todas partes en Washington (hasta en los billetes de metro creados para la ocasión), será seguido en directo por unos dos millones de personas que desafiarán a nieve y a las gélidas temperaturas que desde ayer rompen los huesos en Washington.

La climatología ha provocado que los gorros y las bufandas con la imagen de Obama, que se venden por catorce dólares y siete dólares, respectivamente, se hayan convertido en los souvenirs más vendidos en los tenderetes que abarrotan cualquier esquina de la capital de EEUU.

Nadie quiere perderse el que puede convertirse en uno de los mejores discursos de la historia de EEUU y quieren escucharlo, ya sea junto al Capitolio o en las pantallas gigantes instaladas en los alrededores y que retransmitirán cada músculo que mueva el demócrata mientras recita el texto que terminó el pasado fin de semana y que se sabe de memoria.

Una de las personas que espera estar en primera fila es Sandra Faye, nacida hace 61 años en Jackson (Mississippi), el estado más pobre de EEUU, junto con Alabama. Faye está en Washington desde el jueves pasado. Reservó la habitación de hotel y el avión el pasado julio, cuando Obama todavía no había sido proclamado candidato oficial del partido demócrata en la convención del partido ni siquiera había vencido en las elecciones presidenciales.

«Sabía que iba a ganar», explica esta afroamericana, que todavía recuerda, entre lágrimas, la segregación que existía en su ciudad natal, poco antes de 1965. Su madre murió hace dos semanas, con 87 años, y tuvo tiempo para ver al primer afroamericano ganar unas elecciones, aunque se haya perdido la llegada de Obama al poder. «En Jackson existían fuentes de agua en la calle separadas para blancos y negros.

Todo era diferente. Los negros, que no podíamos pisar el centro de la ciudad ni entrar a probarnos ropa en las tiendas de los blancos, teníamos que limitarnos a Farish District, la zona donde estaban los únicos doctores o abogados que podían atendernos». Faye, psiquiatra de profesión, emigró a estudiar a Carolina del Norte y a Alemania, hasta que se licenció, y después volvió a trabajar a Jackson, donde reside con su marido y su hija de 31 años, que está aquí en Washington con ella. "Estoy aquí para ser testigo de la historia», dice Faye, que lamenta que todavía hay compañeros de trabajo de raza blanca para los que Obama no existe.

Nancy Ajekayde, residente en el otro extremo del país, en California, es otra simpatizante que ha aterrizado en Washington para seguir la toma de posesión. Esta espectadora, también afroamericana, sostiene que, aunque es optimista, sabe que EEUU y el mundo «están en crisis económica».

Enfermera, nació en Nigeria y emigró a EEUU con su madre y su hermano cuando tenía nueve años. «Dejamos una posición acomodada en Nigeria porque EEUU es el reino de las oportunidades. Ahora todo eso está superado y aquí estamos para ver al primer presidente afroamericano en la historia de EEUU». Ajekayde asegura que se muere por escuchar el discurso de Obama, «que mezclará su lado más humano con una llamada a la responsabilidad y a los duros tiempos que se avecinan. Él sabe que confiamos en él y en su capacidad para resolver la crisis. Aunque es evidente que hará lo que pueda, porque la recesión no finalizará de la noche a la mañana", afirma.

1:46 p. m.

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